Escena: Exterior. Colonia Campestre Coyoacán en el Distrito Federal.Corría el año de 1996 (si la memoria no me falla), las vacaciones de verano eran el preludio de una nueva etapa en mi vida, al regresar a clases lo haría en mi primer año de la secundaria, por lo que le daba rienda suelta a lo que, según yo, me quedaba de niñez (si en ese tiempo supiera que a los 27 años seguiría siendo un niño, barbudo, no me lo creería).
En ese verano salía a las 8 de la mañana a jugar a la calle con mis vecinos y mis hermanas, al medio día regresaba a mi casa a comer, y luego volvía a salir, hasta por ahí de las 11 de la noche en promedio a jugar en los patines, "las traes", "escondidillas", "Stop" y un sinfín de juegos hipermegadivertidos.
Uno de mis vecinos fue premiado con una pequeña moto "motocross", muy pequeña, que era utilizada como caballo para jalarnos a todos en patines agarrados de las manos a altas y peligrosas velocidades.
Por supuesto que mi madre nos prohibió tajantemente subirnos a ese aparatejo (en especial porque, en mi caso, yo no sabía andar en bicicleta, aunado a que no teníamos casco ni nada), la amenaza era
"¡Si te veo arriba de esa chingadera, no te dejo salir a jugar!"
Pasó gran parte del tiempo antes de que mi hermana mayor, decidiera romper la regla y subirse al corcel de acero.
Al no saber controlarla, se fue chueca y le dio un lleguesín de una manera muy graciosa a un auto estacionado. Afortunadamente no hubo ni un daño material y los juegos siguieron.
Al ver las altas velocidades que alcanzaba la motito, decidí no hacer caso a las advertencias/amenazas de mi madre y decidí subirme a escondidas a ella, mi amigo Jonathan, dos años más pequeño que yo la iba manejando.
La emoción de ir a esa super velocidad por las tranquilas calles de la colonia, me hizo sentir la adrenalina corriendo por mis venas, en cada esquina que doblaba, sentía como la moto se inclinaba hasta casi
tocar el suelo, me sentía como en las carreras de moto profesionales en las que los pilotos rozan con su rodilla el piso. Mi/nuestra realidad no era nada parecido, pero era pequeño y mi imaginación volaba.
Al regresar con los demás, ileso y con el corazón bombeando a mil por hora me vanaglorié por mi osadía y recalcaba lo equivocada que estaba mi madre al decirnos "es peligroso se van a caer".
Y así, le di aproximadamente 3 vueltas a la colonia. En la que fue mí cuarta y última vuelta, sucedió lo "predecido" por mi progenitora con poderes de medium.
Al llegar a una de las calles más anchas de la colonia, mi compañero se detuvo a un lado de una farmacia, en la que se encontraban 4 niñas que eran de nuestro agrado, quienes nos veían como unos bandidos malosos
en nuestra Harley Davidson, nos sonreían coquetamente, lo que emociono a mi compañero más que a mí, y apretaba el acelerador dejando escapar un gruñido aterrador de semejante máquina, mientras las observábamos con nuestra mirada James Dean más galante que podíamos hacer.
En eso, mi compañero arranca, y mientras, veo como se empieza a acercar al primero de 3 topes que nos esperaban enfrente, y en lugar de frenar como siempre lo había hecho, me dice:
Jonathan: "¡¡Agárrate!!"
Pablo: (mis ojos se desorbitaron al escuchar semejante expresión a menos
de 2 metros de distancia del tope) ¡¡Pero qu----!!
La sorpresa por la acción de Jonathan, no me permitió "AGARRARME" como mi amigo Jonathan esperaba, así que la moto paso el tope y despego....
Juro que todo lo que acontece a continuación, pasó en cámara lenta, algo así como las Phantom de televisa;
Sentí como poco a poco, la moto se despegaba de mis posaderas, mis manos soltaban lentamente a mi compañero, la moto se adelantaba mientras yo, en el aire, veía el retrovisor como los ojos desorbitados de mí
amigo me observaban con terror, tontamente trate de asir de nuevo a mí compañero con mis manos, pero solo agarraban aire, mientras veía como el asfalto se acercaba a mí, de reojo alcancé a ver a mi hermana
con mi "amor de verano" que estaban a una esquina observando el suceso.
Un golpe seco recorrió todo mi cuerpo, mientras sentía como la inercia de la velocidad me arrastraba unos 6 metros (en realidad han de haber sido unos 6 cm, pero yo los sentí como más) sobre el caliente y rasposo asfalto.
Al detenerme, me levante, sorprendido de tener todos mis huesos en orden, pero mi muñeca, mi hombro, mi cadera y mi rodilla se sentían hirviendo. Observé, y manchas rojas pintaban esos puntos.
Lo que me impresionó, fue ver mi muñeca, que tenía una raspada muy profunda y se alcanzaba a ver algo blanco, no sé si era la capa subcutánea o hueso, pero se veía blanco donde antes se debería de ver color carne.
Mi hermana se acercó corriendo con un color más pálido de lo normal, y mi "amor de verano" me observaba con miedo y sorpresa al ver que estaba "entero".
En eso, lo más aterrador sucedió, en mi mente, resonó la advertencia de mi madre, con un eco siniestro que empujó lágrimas a mis ojos y no pude evitar romper en llanto. No por el dolor, ni por las heridas, sino por
el calvario que me esperaba al llegar a casa.
Mi hermana me preguntó que donde estaba herido, le señale los puntos, y la
herida de mi cadera no se veía por mi pantalón, no quería mostrarla porque
estaba mi "amor de verano", y me vería los chones y tal vez más.
Pero cuando menos lo sentí, mi "..de verano" ya había jalado mi pants y
husmeaba buscando la herida en cuestión hasta que la encontró, en el camino
ha de haber visto mis boxers de Bart Simpson y algo más. No sé si tuvo algo
que ver, pero días después recibí mi primer beso de ella, pero eso es otra
historia.
Como ya no podía pasar nada peor, nos dirijimos a mi casa, mientras mis amigos veían al herido entrar a su casa y ser recibido por mi má con un montón de palabras bonitas:
Madre: ¿¡Y ahora que te pasó cabroncito!?, andabas subido en esa moto
¿verdad?
Pablo: No jefa, estaba en una bici y me tropecé
Madre: ¡Hay pinche chamaquito! no te rompiste nada ¿verdad?
Pablo: Pues creo que no, solo me raspé
Madre: Ven, ahora te aguantas a que te limpie las heridas si no se te van a infectar
Llegamos al baño y procedió a limpiarme las heridas tiernamente con un zacate y aarto jabón, creo que fue la primera vez que mi má me escuchó decir groserías:
Pablo: (mientras sentía el zacate raspar la piel lastimada) ¡PUTA MADRE DUELE UN CHINGO NO MAMEEES!!
Y así, siguió el martirio por aproximadamente 5 minutos.
Después, vinieron 3 días de reposo, donde mis amigos me pasaban a visitar a mi cuarto, inválido, inmóvil por el dolor que invadía todo mi cuerpo.
El hábil piloto de la moto, se había negado a verme por la culpa que lo a abrumaba, hasta que un día, apareció.
Jonathan: Oye Pablo, perdón por hacer eso, te debí haber avisado con tiempo.
Pablo: No te preocupes Jonas, ya ni modos, ya estoy bien, yo no debí
subirme a esa moto.
Al tiempo que nos saludábamos de mano sellando esa disculpa y dejando todo atrás.
Las heridas comenzaron a cicatrizar, y el día de entrar a la secundaria llegó. Me sentía extraño andando medio cojo y medio manco por la nueva escuela haciendo amigos, desatando muchos eventos más que no hay tiempo de describir por ahora.
Mientras, me quedé con 4 cicatrices que me recordarán un verano lleno de emociones y sentimientos encontrados, un verano del que puedo decir, fue el mejor de mi vida.
N.D.A: Hace apenas un año, que le confesé a mi madre que no fue en bicicleta el accidente, sino en la moto, y ella me confesó que ya lo sabía, y no me quiso decir como se enteró ajajaja.