De pronto, a lo lejos, una silueta, se acerca a mi mientras yo me acerco a ella, me imita, copia mis movimientos, a los 10 metros me doy cuenta que es mi reflejo en un espejo tan grande como mi campo visual, estiro la mano, mi reflejo estira la suya, nos tocamos, sorprendido veo a los ojos de mi reflejo, esperando ver la misma mirada de asombro que siento tiene la mía, pero no.
De nuevo, la mirada altiva, la sonrisa macabra, su ropa está llena de color, sus ojos son blancos, su greña no tan despeinada. De esa boca sale una carcajada, tan fuerte que rompe el espejo gigante, y llueven sobre mi pedazos de cristal acompañados de un ruido ensordecedor que se pierde en la carcajada de lo que pareciera soy yo. Y ahí me quedo, parado entre reflejos interrumpidos de mi ser.
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